El tercer relato del libro #AlParaiso de #HanyaYanagihara está algo tedioso, pero quiero destacar algo de él: es el relato en donde más se desarrolla el género distópico.
Azotados por múltiples enfermedades infecciosas, el mundo del 2050 al 2088 vive en cuarentenas intermitentes y “campos de reubicación” (concentración), mientras soporta un calor inexorable en trajes de refrigeración (que me recordaron a los destiltrajes del Arrakis de Dune). El dinero se transformó en vales que permiten intercambiar nata de soya, tofu, tempeh, agua y carne de caballo.
No ha sido muy esperanzador leer sobre una humanidad que cedió ante un gobierno (dictadura) mundial que se ampara en científicos (ex políticos). Que se ampara en el miedo, esperando la siguiente plaga mortal. Humanos estériles, tanto en lo físico como lo emocional, que maquillan las manchas cutáneas que tal epidemia les dejó. Que no se noten la esterilidad y la enfermedad, son causas aceptadas de discriminación.
En este mundo erradicaron a las ardillas porque causaron una zoonosis, “los mini” (embriones de rata) son fuente esencial de conocimiento viral, y se prohibieron los libros, la bulla y los vínculos amorosos “reales”, para reemplazarse por noticias de radio, silencio y matrimonios concertados.
Me pregunto: ¿será esto a lo que nos dirigimos? ¿Normalizaremos un mundo en el que me prohíban leer libremente en pro de “la ciencia”? ¿La información a la que pueda acceder estará basada sólo en boletines virológicos y farmacológicos? ¿Observaré, sin aspaviento de sorpresa, como asesinan a un “anti-sistema” mientras viajo a mi trabajo que una oficina me impuso?
El tercer relato de este libro va lentón (y “solo” son 500 páginas), pero la prosa adictiva de la autora se mantiene, y las temáticas me han capturado.
En el review Integrativo les cuento si vale la pena o mejor se lo saltan.
¡Sigamos leyendo, lectoriwix!
750/947
#lectornicolas #lecturas2022 #libros2022
Transcripción de fotos.
Estaba cansado, como todos, y no tenía ganas de ponerme el traje de descontaminación integral sólo para visitarlos.
Pudimos abrazarlos gracias a que los tres llevábamos el traje (y) pocas cosas hay más difíciles de comer con estas máscaras nuevas.
Sobre la mesa colgaba un globo grande que emitía un débil zumbido y un intenso resplandor blanco; era una de esas nuevas lámparas solares pensadas para suministrar la vitamina D que necesita quien se recluye en casa.