1 año. 1 año de medicina tuve que pasar memorizando músculos, tendones, huesos, arterias, recovecos óseos, articulaciones plásticas y cuevas anatómicas de nombres infinitos, en las clases de primer año de morfología.
Nadie me advirtió que llegando a la mitad del viaje literario, leyendo lectorinamente el libro #LaMontañaMagica de #ThomasMann, iban a existir páginas dedicadas al recuerdo de la ciencia del cuerpo biológico, químico y físico del ser humano.
Esas materias que muchos días estuve estudiándole duro hasta que cerraban la biblio de la U. Días en que post estudio nos íbamos al métele con candela hasta a’ajo en la Blest pal bellakeo.
Y otros días no eran viernes. Y ya se me cerraban los ojos por el sueño del excesivo trabajo mental memorión. Con el Netter y una transcripción de la clase, abiertos de cara a mis codos apoyados en aquel escritorio que mi papá, con mucho esfuerzo, me regaló pa’ poder estudiar tranquilo.
Parece que la magia de esta montaña novelesca no subyace en absoluto a lo que se podría esperar de una novela de ficción (como el típico camino del héroe que atraviesa una sucesión de eventos desafortunados). Subyace, por lo que voy sintiendo de esta lectura, en el encuentro de aquellas cuevas montañosas de recuerdos personales que, bajo un hechizo mágico, creíamos desaparecidos, olvidados en nuestro interior. Pariese ser que estas páginas presentan una magia diferente a la de Sanderson. Una ciencia distinta a la de Cixin Liu.
1 año. 1 año estuve memorizando la montaña mágica de la morfología. Ya han pasado 13 años. Thomas Mann me lo recordó.
4/9 en crónicas de La Montaña Mágica
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